Durante años, hemos asociado el colesterol alto con enfermedades cardiovasculares, prescripción de estatinas y dietas estrictas. Sin embargo, investigaciones recientes nos invitan a revisar esta creencia, especialmente en personas mayores. Lo que antes considerábamos un riesgo absoluto, hoy podría tener un matiz más complejo. Es lo que muchos estudios llaman la paradoja del colesterol.
¿Qué es la paradoja del colesterol?
Se trata de un fenómeno observado en múltiples investigaciones en geriatría: las personas mayores con niveles más altos de colesterol total viven más y tienen menos mortalidad que aquellas con colesterol bajo. Es decir, lo que en adultos jóvenes se considera un factor de riesgo, en personas mayores puede ser una señal de reserva metabólica o un marcador de buen estado nutricional.
Un ejemplo es el estudio publicado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) en colaboración con entidades europeas (La Vanguardia, 2024). En este estudio se observó que niveles elevados de colesterol LDL se asociaban con una mayor supervivencia en personas mayores de 75 años, mientras que la mortalidad aumentaba en quienes presentaban colesterol bajo y tomaban estatinas.
Este hallazgo se refuerza con una revisión publicada en la Revista Española de Geriatría y Gerontología, que muestra que la mortalidad por cualquier causa es más alta en ancianos con colesterol bajo y que el uso de estatinas no siempre mejora la esperanza de vida en mayores sin antecedentes de enfermedad cardiovascular (Rev Esp Geriatr Gerontol, 2009).
Por si fuera poco, un tercer análisis realizado por Natura Foundation desmonta lo que llaman “la hipótesis clásica del colesterol”, al revisar diversos estudios internacionales donde los ancianos con colesterol total por encima de 200 mg/dl presentaban mejor salud general y menor deterioro cognitivo (Natura Foundation).
¿Por qué puede ser protector tener el colesterol alto?
En la vejez, el cuerpo entra en un proceso de recomposición fisiológica. Disminuye la masa muscular, cambia el sistema inmunológico, y muchas funciones hormonales se ralentizan. En este contexto, el colesterol —especialmente el LDL— cumple funciones clave más allá del aspecto cardiovascular:
- Reparación celular y regeneración de tejidos.
- Síntesis de hormonas esteroideas, fundamentales para el metabolismo y la respuesta al estrés.
- Apoyo al sistema inmunológico, actuando como vehículo para eliminar endotoxinas y desechos.
Reducir el colesterol en estos casos puede interferir en estos procesos vitales, especialmente cuando se hace de manera indiscriminada con estatinas, que no están exentas de efectos secundarios: dolor muscular, debilidad, deterioro cognitivo y mayor riesgo de diabetes tipo 2.
No todo el colesterol LDL es igual: los dos tipos que marcan la diferencia
En muchos análisis clínicos se etiqueta el colesterol LDL como “colesterol malo”, pero esta visión es incompleta. Existen dos tipos de colesterol LDL, y no todos representan el mismo riesgo:
- LDL tipo A: partículas grandes y flotantes, menos aterogénicas, menos propensas a oxidarse.
- LDL tipo B: partículas pequeñas y densas, más propensas a acumularse en las arterias y a provocar daño endotelial.
La mayoría de los laboratorios no los diferencian, pero los estudios indican que en personas mayores sin inflamación crónica ni resistencia a la insulina, el LDL suele ser del tipo A, que no se asocia con una mayor mortalidad.
Esto refuerza la necesidad de analizar el contexto completo, no solo los valores de laboratorio.
¿Y los triglicéridos?
Aquí sí encontramos una conexión más clara con el riesgo cardiovascular, aunque también con matices. Triglicéridos altos acompañados de HDL bajo, glucosa elevada y perímetro abdominal aumentado sí conforman un patrón de riesgo metabólico.
Sin embargo, niveles ligeramente elevados sin inflamación, con buena movilidad y dieta equilibrada, no implican necesariamente una amenaza.
Además, los triglicéridos se ven altamente influenciados por factores como:
- Azúcares simples y carbohidratos refinados.
- Sedentarismo.
- Consumo excesivo de alcohol.
Controlar estos aspectos, sin enfocarse únicamente en reducir el colesterol total a toda costa, resulta más efectivo en la práctica clínica con personas mayores.
Reevaluación del tratamiento con estatinas y la importancia de la CoQ10
El tratamiento con estatinas en personas mayores debe evaluarse con cuidado, ya que, aunque ayudan a reducir el colesterol LDL, pueden tener efectos secundarios significativos e interfieren en la producción de Coenzima Q10 (CoQ10), una molécula crucial para la producción de energía celular y el funcionamiento de las mitocondrias.
En la vejez, las mitocondrias son fundamentales para mantener los niveles de energía, y su disfunción puede contribuir a la sarcopenia (pérdida de masa muscular) y a la fatiga generalizada. Por eso, si se opta por mantener el tratamiento con estatinas, se recomienda suplementar con CoQ10 para mitigar estos efectos y apoyar la salud mitocondrial.
¿Cómo abordar el colesterol desde la alimentación?
El colesterol no es solo un número en un análisis de sangre; es una manifestación de procesos metabólicos que deben abordarse principalmente desde la alimentación y el estilo de vida. En lugar de centrarse únicamente en reducir los niveles de colesterol, el objetivo debe ser mejorar el metabolismo general y la salud cardiovascular.
Algunas claves incluyen:
- Incluir grasas saludables: Aceite de oliva, aguacate y frutos secos. Estas grasas son antiinflamatorias y ayudan a equilibrar el perfil lipídico.
- Aumentar el consumo de fibra: Verduras, legumbres y cereales integrales ayudan a reducir el colesterol total y favorecen la salud intestinal.
- Evitar azúcares y carbohidratos refinados: Los alimentos procesados y los azúcares simples aumentan los triglicéridos y perjudican la salud metabólica.
- Apostar por proteínas magras y vegetales: Fuentes como pescado, legumbres, tofu y huevos aportan aminoácidos esenciales sin la carga de grasas saturadas.
- Ejercicio físico regular: La actividad moderada mejora el perfil lipídico, reduce la inflamación y previene el aumento de peso, clave para la salud metabólica.
Conclusión
La paradoja del colesterol en personas mayores nos recuerda que la medicina no puede ser simplista ni automática, especialmente en geriatría. En muchos casos, un colesterol alto no es un enemigo, sino un reflejo de mejor nutrición, mayor reserva y mejor capacidad funcional. El enfoque debe ser integral: abordar el colesterol como parte de un contexto metabólico global, a través de una dieta equilibrada, ejercicio físico y, cuando sea necesario, tratamiento farmacológico adaptado a cada persona.
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